El carnaval andino, por su origen esta asociado a la fertilidad de la tierra por cuanto florecen los sombríos y esta, a su vez, con la fertilidad humana. Es la fiesta mayor del mundo del ande y la música es muy alegre y especial. Sabemos que los españoles, como estrategia política e ideológica acostumbraban a incorporar sobre una festividad andina otra de corte religiosa occidental, es lo que se denomina el sincretismo cultura. Esa estrategia, con el tiempo, fue asimilada y a su vez usada en sentido contrario por la resistencia cultural indígena para, simultáneamente, continuar con la práctica de sus ritos y creencias. En el caso de los carnavales este mecanismo no es muy notorio.
Sin embargo, parece coincidir con el calendario occidental, por la variabilidad de la fecha, febrero – marzo, con lo que llaman el asentamiento de la siembra, es decir con la temporada de lluvias de estos meses, los cultivos se fortalecen y aparecen los primeros frutos (llullu) aún tiernos y el hombre del ande lo celebra jubilosamente. Además, es la concepción andina, la fertilidad de la tierra es relacionada con la fertilidad humana, por lo que la interrelación de solteros y solteras y la permisividad sexual es estas celebraciones es mayor. Incluso es una fecha propicia para iniciar los denominados servinakuy o matrimonio de prueba.

El carnaval, es real, se celebraba, y es así hasta el hoy, durante tres días, domingo, lunes y martes, con cierre de la Quema del Ño. Pero en realidad se venía preparando con anticipación y esmero en cada uno de los sectores claramente diferenciados:
EN LAS CASONAS COLONIALES
Habitadas por familias descendientes de los españoles, con riqueza material y de apellidos ilustres, propietarios de fundos, haciendas en el campo y casonas en la ciudad, conformaban un grupo cerrado y prejuicioso. Su carnaval se caracterizaba por celebrarse así en ambientes inexpugnables o con marcada marginación si eran públicos. Empezaba una semana antes con la lectura de los “Bandos” es las esquinas, hecha por un Pierrot disfrazado y un tambor y corneta de la banda municipal.
El texto, entre bromas y en serio llamaba a divertirse en el carnaval con mesura y no abusando de la libertades. Se elegía a la reina de entre sus miembros y se la coronaba en una fiesta social “exclusiva”. El sábado desde la Alameda hacía su ingreso el Ño Carnavalón, seguido de una larga columna de carros alegóricos y el de la reina y sus damas: en la noche, en los salones del Concejo, se concluía con un baile de disfraces. Los días lunes y martes, a puerta cerrada se divertían entre ellos comiendo, bebiendo bailando al ritmo del piano y el violín. Su contacto con el pueblo se daba desde los balcones, saludándolos a las comparsas con algunas serpentinas.
EN LOS BARRIOS
La eclosión, el desborde, la efervescencia se vivía en los carnavales en todos y cada uno de los barrios. A nivel de los adultos empezaba los dos jueves anteriores al domingo en que los compadres y comadres se visitaban para, entre otras cosas, acordar la misa y procesión del santo de la casa, la reunión familiar de carnaval, la conformación de las comparsas, etc todo regado de la buena chicha y preparado para la ocasión.

A nivel de jóvenes, familias y adultos organizaban reuniones periódicas para componer canciones, acordar vestuario, integrantes de las comparsas para pasear por las principales calles huamanguinas los tres días que dura el carnaval ayacuchano.
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